La capital egipcia se extiende a ambas orillas del Nilo. Gizeh, en la orilla oeste,y El Cairo, propiamente dicho, en la orilla este, se confunden en la misma megalópolis.
El Cairo sorprende a los viajeros con embotellamientos, polvo omnipresente, ininterrumpido concierto de cláxones, urbanismo deshilachado y las masas que se apresuran hasta por las calzadas. Los  mendigos se mezclan con hombres de negocios, autos último modelo y carretas bamboleantes se mezclan.  Pero también el viajero extranjero descubrirá la suavidad de sus noches, iluminadas por los neones verdes de las mezquitas, el calor de sus pequeños cafés populares, el placer de deambular por las callejuelas y el humor sonriente de los cairotas.

El centro urbano
En la orilla oriental del Nilo, entre las plazas Tahrir, Ataba y la estación de Ramsés se extiende la ciudad moderna, actual centro de la ciudad, europeizada . Aquí descubrirá también algunas joyas de arquitectura de la Belle Époque.  Las calles Talaat Harb, Qasr el-Nil y la avenida del 26 de julio, comprenden una lujosa zona de tiendas, pastelerías, locales de comida rápida, salas de danza del vientre,  pequeños restaurantes y cafés populares, donde hombres en traje y corbata van a fumar su narguile,

En el corazón del centro urbano, la plaza Tahrir (plaza de la Liberación) resume por sí sola la ciudad, con sus deslumbrantes luces de neón, obras permanentes, embotellamientos desmesurados y su urbanismo bastante falto de coherencia. Un edificio de arquitectura oriental alberga la Universidad Americana.

Los barrios islámicos
El Cairo, la «ciudad de los mil minaretes»,  sus calles y callejuelas ocultan los tesoros del arte islámico, a menudo deteriorados. 

De Bab el-Futuh a la Ciudadela
En los barrios del viejo Cairo islámico encontrará mezquitas, palacios, caravasares y escuelas coránicas, Las dos puertas monumentales Bab el-Futuh (puerta de las Conquistas) y Bab el-Nasr (puerta de las Victorias) marcan el límite norte de El Cairo fatimí. Entre las dos, el vestigio del recinto fortificado, que rodeaba la ciudad dando una impresión de invulnerabilidad. Al lado de la puerta de las Victorias se erige la mezquita el-Hakim, 
Ante la mezquita comienza la calle Muizz el-Din Allah, bordeada de magníficos monumentos islámicos. 
 
Misr el-Qadima, el barrio copto
 Al bajar las pocas escaleras que llevan a Misr el-Qadima y al franquear las murallas que la rodean, las de la Babilonia romana, entrará en un mundo de silencio y recogimiento. Las callejuelas conducen al convento de San Jorge, a las iglesias de San Sergio y de Santa Bárbara y, cerca del cementerio cristiano, a la sinagoga Ben Ezra.

El jan el-Jalili
Es el dominio de comerciantes y turistas. En sus callejuelas estrechas se venden y compran joyas, objetos de cobre, cajas de marquetería, imitaciones faraónicas, piedras semipreciosas, alfombras, vajillas de cristal soplado y otros recuerdos. Para callejear, regatear o perderse; 

Ciudad de los Muertos
Al pie del acantilado del Moqattam se extienden kilómetros cuadrados de la Ciudad de los Muertos, sin duda una de las mayores necrópolis del mundo. Encontramos tumbas de gentes sencillas, simples catafalcos de piedra, y grandiosos mausoleos donde reposan los emires y sultanes, algunos de ellos desde el siglo XV. Los vivos se alojan en pequeñas casas de dos o tres habitaciones, construidas durante el siglo XIX para velar a los muertos, según un ritual que se remonta a los faraones. Cuando vivir en El Cairo se ha convertido en una apuesta, los más pobres se han precipitado a estas ciudades, que poseían la gran ventaja de ofrecer espacio y calma.Los aficionados a la arquitectura mameluca irán a visitar, en la zona norte de la necrópolis (el-Jalifa), los dos mausoleos de Qaitbay y de Barkuk.

 
Las islas: Gezira y Roda
Verde y al abrigo del bullicio de la capital, la isla de Gezira, en medio del Nilo, alberga el barrio residencial de Zamalek, clubes deportivos, la nueva Ópera, la torre de El Cairo, (185 metros). Sede de numerosas embajadas, elegida por su tranquilidad por muchos residentes extranjeros, Zamalek parece vivir a su propio ritmo. En la isla de Roda se halla el Palacio Manyal, hoy museo. Protegida por una muralla que imita las fortificaciones, la antigua residencia real está rodeada de un magnífico jardín de exuberante vegetación.