Viena es una ciudad grandiosa, una ciudad imperial, que alberga numerosos monumentos, museos, palacios y parques. Vivieron en esta ciudad Beethoven (en Pasqualati Haus, entre otros lugares), Mozart (en Viena compuso Las bodas de Fígaro), Freud (en cuyo museo se conserva la sala de espera donde Freud recibía a sus pacientes intacta), Schubert, Strauss, todos ellos grandes personajes de la historia. En el Cementerio central se encuentra el sepulcro de Strauss y una estatua en su honor, en la que aparece tocando el violín, en el Kursalon, donde hace 100 años la familia Strauss tocó sus mejores conciertos.
Es raro no ver en una calle del casco antiguo una iglesia o una mansión barroca que recuerde a las épocas de auge musical y cultural de la capital austriaca, destacando el Palacio Belvedere, La Escuela de Equitación de Invierno o la Prunksaal.

Paseando por Viena al son de un vals que ronda por nuestra cabeza sin quererlo, nos situamos en la Plaza del Ayuntamiento. En ella, un precioso edificio lleno de ventanas y con una iluminación nocturna espectacular se levanta como consistorio. En la plaza y alrededores, en las noches de verano, se ofrece cine al aire libre y unos puestos con comidas de diversos lugares del mundo, sin olvidarnos de la cerveza austriaca, lo que le da a la plaza un ambiente realmente amigable.

La parte céntrica de Viena está recorrida por un anillo que va ofreciendo lugares interesantes para visitar. Partiendo ya del ayuntamiento, casi en frente, nos encontramos el edificio de la Ópera, que se inauguró en 1869 con el Don Giovanni de Mozart y en el que hay que destacar el magnífico auditorio y el escenario, equipado con las más altas tecnologías. Una anécdota curiosa es que los arquitectos que la diseñaron se suicidaron al recibir fuertes críticas, debido a que la construcción no era tan grandiosa como el edificio de la ópera de París. Dicen que el emperador Francisco José, muy afectado por lo sucedido, no volvió a criticar ninguna obra más y repitió hasta la saciedad en las inauguraciones: "Fue un placer. Me gustó mucho".

Dejando atrás este edificio neorrenacentista, continuamos por nuestro particular "rodeo" y encontraremos, más adelante, la Universidad y tras pasar uno de los numerosos parques el Parlamento austriaco. El edificio es de estilo neoclásico y de unas dimensiones inmensas. Las dos rampas que dan acceso a la puerta principal están flanqueadas por estatuas que conmemoran hombres de estado griegos y romanos. En el centro, anteponiéndose al edificio hay unas esculturas de bronce, Los Domadores de Caballos. Continuamos y tras dejar a un lado una de las casas en las que vivió Beethoven y caminar dejando inmensos parques atrás y el Danubio fluyendo a nuestra izquierda, estamos frente al Kursalon y la Capilla de Johann Strauss, en bronce, en medio de grandes jardines en los que destacan fuentes de piedra que dan un aspecto frío e inmortal. Por último y acabando ya nuestro giro por el anillo vienés, que va cambiando de nombre dependiendo de la zona que atraviese (Schubertring, Opernring, Burgring...), tenemos ante nosotros dos enormes bloques de cemento, a un lado el Museo de Historia Natural y al otro el Museo de las Ciencias, ambos rodeando la Plaza de Maria Teresa, la emperatriz que rigió en Austria durante seis años.

Un edificio destacado por su historia y por su prestigio es el Karlskirche. Esta iglesia se construyó por mandato del emperador Carlos VI, que prometió que tan pronto como la ciudad se viera libre de la epidemia de peste que asoló Viena en 1713, él levantaría un templo dedicado a San Carlos Borromeo, patrono de la lucha contra la peste. La construcción es barroca y en ella destacan las dos columnas imitación de las trajanas en Roma y la gigantesca cúpula.

Hay que reseñar la Catedral de San Esteban y el Palacio Imperial. La Catedral constituye el alma de la ciudad y en ella descansan la mayoría de la familia Habsburgo, en el altar mayor. Hay que destacar el techo (cubierto por unos 250.000 azulejos restaurados tras la Primera Guerra Mundial), la aguja que copa la iglesia, la campana (construida con los restos fundidos de los cañones que abandonaron los turcos) y como dato curioso, el Cristo del dolor de muelas que hay en el interior, en torno al cual gira la leyenda de que todo el que osa reírse de su nombre acaba con los mismos dolores que dan nombre al cristo. Y en cuanto al palacio, situado en el centro de la urbe, son célebres los salones y habitaciones del ala leopoldina del palacio que los presidentes de la República ocupan, desde 1947,como residencia oficial, así como los apartamentos imperiales en los que residieron Francisco José y Sissí, aquellos en los que habitó el zar Alejandro I Romanov durante el Congreso de Viena.

Ya más en las afueras de la ciudad hay que destacar dos elementos principales tanto en la arquitectura como en la historia de Viena: el palacio Schönbrunn y el Belvedere.
El Palacio Schönbrunn fue la última residencia veraniega de los Habsburgo. En el interior destaca los acontecimientos políticos, culturales y festivos que se llevan a cabo (en la sala naranja es posible presenciar un concierto en el que se escucharán las mejores piezas de Mozart y Strauss, lo cual merece la pena dado el marco y el contexto). Y en el exterior es recomendable admirar el Museo de Carruajes, el Teatro de Marionetas y los jardines de palacio con sus fuentes, estatuas, senderos y laberintos. Destaca, además, el Zoo, fundado en 1752 por Franz Stephan -el más antiguo del mundo- y la Casa de las Palmeras, un bonito invernadero tropical que posee una gran variedad de plantas exóticas.

Belvedere, lugar grandioso y de tremendo prestigio en el país y en su capital. El conjunto artístico consta de los dos palacios Belvedere, convertidos en museo, y de otro llamado Schwarzenberg, transformado en hotel. Mandado construir por Eugenio de Saboya tras la ya consabida derrota de los turcos, los dos palacios principales están unidos por unos jardines que se encuentran divididos en tres niveles que representan diversas alegorías (el nivel inferior representa el dominio de los cuatro elementos; el central, el Parnaso; y el superior, el Olimpo). Los museos que albergan son el Museo de Arte Barroco Austríaco, el Museo de Arte Medieval Austríaco y la Galería de Arte Austríaco.